ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS REFERENTES ETICOS Y LOS PROCESOS INDISPENSABLES NUEVO DISEÑO CURRICULAR
REFERENTES ÉTICOS Y PROCESOS
INDISPENSABLES
La Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela afirma como valores superiores del Estado,
determinantes de su ordenamiento jurídico y su actuación: la vida, la libertad,
la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad
social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el
pluralismo político. Estos valores se traducen en fines esenciales: la defensa
y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio
democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y
amante de la paz, la promoción de la prosperidad y el bienestar del pueblo.
Tales valores y fines refieren a lo que somos, pero sobre todo a lo que
queremos ser como sociedad; no en balde, se plantean como procesos
fundamentales para alcanzar estos fines a la educación y el trabajo.
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Toca entonces a la educación la
inmensa responsabilidad de construir y prefigurar la sociedad que queremos ser.
Pero esa construcción colectiva no puede ser resultado de una mera prédica,
pues “… somos en razón de nuestra historia y nuestros productos, pero
especialmente del sentido colectivo que éstos tienen para sus creadores. Es
decir, somos en función de nuestras prácticas y del significado colectivo que
ellas adquieren” (Portal y Aguado, 1991:32). El cambio en nuestras maneras de
vivir en común, la garantía de prácticas sociales de respeto, libertad,
igualdad, justicia y convivencia, debe partir de la vivencia consciente de
nuevas relaciones.
No puede aprenderse a participar
sino es participando, a convivir sino es conviviendo. Para prefigurar una
sociedad justa y amante de la paz, necesitamos una escuela justa y amante la
paz en todas sus dimensiones: en la clase, los recesos, la organización, las
rutinas, así como en las relaciones entre estudiantes y docentes, entre
docentes, con el personal directivo, con las familias y la comunidad.
aspectos-sociocturales-del-currículo
Este punto de vista es ampliamente compartido, como se desprende de la Consulta
Nacional por la Calidad Educativa, cuyo informe señala que: “… todos los
sectores de la sociedad reconocen que la escuela pudiera ser un lugar agradable
y tranquilo, donde los y las estudiantes se sientan cómodos y queridos, donde
aprendan valores para la vida”, aunque como también recoge el informe: “las
personas encuestadas señalan que muchas veces no es así”. La Consulta indica el
reconocimiento del esfuerzo de muchos y muchas docentes por hacer de la escuela
una experiencia gratificante y formadora, sin embargo se plantea la
preocupación de familias y consejos educativos ante la actitud pasiva e
indiferente de muchas escuelas y docentes que parecen ignorar los problemas de
las y los estudiantes, sus familias y su entorno.
Las propuestas de la Consulta
coinciden en la necesidad de aprender desde la ternura, aprender desde el
ejemplo, aprender desde la curiosidad, aprender desde el amor, aprender desde
la convivencia, la participación, el ejercicio de la ciudadanía, los derechos
humanos, el diálogo, el respeto por la diferencia. Coinciden también en
aprender a valorar el trabajo y la necesidad de que niños, niñas y jóvenes
experimenten la actividad manual, el compromiso y la responsabilidad, así como
en la necesidad de fomentar el amor a la patria y que las y los estudiantes
puedan asumir como propias las virtudes republicanas.
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Esta idea de “aprender desde…”
apunta a que las y los estudiantes tengan en la escuela la oportunidad de estar
inmersos en los principios y valores, a que tengan la oportunidad de
experimentarlos, de vivirlos y reflexionar sobre ellos. Se trata más, por
ejemplo, de vivir y aprender en un ambiente de respeto y aceptación mutua, que
de dar una clase o impartir una lección sobre el respeto y la aceptación mutua.
Dicho de otra manera, el
tratamiento que se plantea en esta propuesta de cambio curricular es que los
principios y referentes de vida sean integrados como experiencias
indispensables que contribuyan a la construcción reflexiva de un sistema de
valores asumido como guía para la acción en las diversas facetas de la vida.
Sobre los referentes éticos y
procesos indispensables es necesario apuntar que:
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1. Abarcan todos los aspectos de
la vida del plantel, deben estar integradas a la organización y el
funcionamiento, a la forma en que se trabajan las áreas, a las rutinas, a las
actividades comunes y a las relaciones entre todos los que participan en la
vida escolar: docentes, directivos, estudiantes, trabajadores administrativos y
obreros, familias, comunidad.
2. Deben integrarse como
dimensiones permanentes, prolongadas en el tiempo. No es que a veces seamos
solidarios o que esta semana apreciaremos la diversidad humana, sino que la
cultura escolar esté impregnada de práctica solidaria y de aprecio a la
diversidad humana.
3. Deben ser evaluados en el
conjunto de los procesos escolares y las prácticas pedagógicas y no sólo en el
comportamiento de las y los estudiantes. El liceo y la escuela técnica (y en
general todos los centros educativos de todos los niveles y modalidades) deben
preguntarse continuamente si las actividades escolares son o no (o hasta qué
punto son) coherentes con los referentes éticos y los procesos indispensables.
4. Tienen que ser objeto de
reflexión de todos quienes participan en la vida escolar y, por tanto, tienen
que propiciarse las oportunidades para que individual y colectivamente todas y
todos tengan la oportunidad de elaborar y compartir sus propias aproximaciones
sobre estos referentes, ampliándolos e interpretándolos, para que puedan servir
de guía ética efectiva para pensar y autoevaluar sus acciones.
5. Deben tener una traducción en
cada área de formación, tanto en forma de recomendaciones metodológicas como en
los contenidos. En este sentido son transversales a todo el currículo.
Para la selección de los
referentes éticos y procesos indispensables, tomamos como base los principios
constitucionales (la prefiguración de la sociedad que queremos ser),
enfatizando los elementos educativos implícitos en ellos:
1. Educar con, por y para todas y
todos
2. Educar en, por y para la
ciudadanía participativa y protagónica
3. Educar en, por y para el amor
a la Patria, la soberanía y la autodeterminación
4. Educar en, por y para el amor,
el respeto y la afirmación de la condición humana
5. Educar en, por y para la
interculturalidad y la valoración de la diversidad
6. Educar en, por y para el
trabajo productivo y la transformación social
7. Educar en, por y para la
preservación de la vida en el planeta
8. Educar en, por y para la
libertad y una visión crítica del mundo
9. Educar en, por y para la
curiosidad y la investigación
1. Educar con, por y para todas y
todos
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Una educación que nos incluya a
todas y todos es el primer consenso de la Consulta Nacional por la Calidad Educativa.
Nuestra Constitución establece que la educación media completa es parte de la
educación obligatoria, así que es nuestro deber (el de todas y todos)
garantizar que sea una educación con todas y todos, que nadie se nos quede
afuera. Es inmensa la diferencia para la vida de un o una adolescente y para la
sociedad toda, que esté un joven o una joven dentro o fuera de un liceo o de
una escuela técnica.
No se trata de garantizar
solamente el acceso a la educación media, es necesario desarrollar prácticas educativas
y condiciones para que él o la estudiante
permanezcan y aprenda.
Una educación inclusiva no
discrimina a ningún estudiante ni lo etiqueta. A ninguno de nosotros o nosotras
le puede ser indiferente que un estudiante no
asista a clase. La práctica solidaria y afectuosa requiere que cada
ausencia genere inmediatamente la pregunta y ¿por qué no vino?, que entre
estudiantes, docentes y familias ayudemos a poner al día al que se enfermó, a
reconectarse con el liceo al que decayó en su interés, a buscar al que “anda perdió
por ahí”, “Vamos por ellos y por ellas”, expresó siempre el Presidente Hugo
Chávez.
El liceo excluye cuando “no
enseña nada” o lo que enseña no tiene sentido o cuando la dejadez permite que
haya estudiantes sin clases o corriendo por el pasillo a la hora del
laboratorio. Esto nos obliga a que la educación tenga sentido para el joven y
la joven, a buscar activamente sus
intereses y explorar en ellos y en ellas la curiosidad, la necesidad de aprender
que portan como condición humana.
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Es para todas y todos y eso exige
atender más al que amenaza con descolgarse, a la que no entendemos por qué está
cada vez más desinteresada. La escuela o el liceo excluyente parecen estar
hechos para unos pocos o pocas, para los que aprenden rápido, para los y las
que están familiarizados con la cultura escolar, para los y las que cuentan con
apoyo familiar para hacer las tareas. La paradoja es que precisamente los
tildados y las tildadas como los y las que “no sirven para estudiar”, los que
prefieren otras cosas y son más atraídos por la calle, son los que reclaman y
ameritan mayor atención y cuidado.es por esto que la educación no es selectiva
sino UN DERECHO HUMANO.
En la tradición del sistema
educativo están las calificaciones, no solo las que sirven para raspar o pasar,
sino aquellas que hacen de uno el “inteligente” o de otro “el bruto”, las que
inventan al buen y al mal estudiante, a la “seria y a la rochelera”. Humberto
Maturana, filósofo y biólogo chileno, nos recuerda que:
“Todo sistema es conservador en
lo que le es constitutivo o se desintegra. Si decimos que un niño es de una
cierta manera: bueno, malo, inteligente o tonto, estabilizamos nuestra relación
con ese niño de acuerdo a lo que decimos, y el niño, a menos que se acepte y
respete a sí mismo, no tendrá escapatoria y caerá en la trampa de la no
aceptación y el no respeto a sí mismo porque sólo podrá ser algo dependiente de
lo que surja como niño bueno, o malo, o inteligente, o tonto, en su relación
con nosotros. Y si el niño no puede aceptarse y respetarse a sí mismo, no puede
aceptar y respetar al otro. Temerá, envidiará o despreciará al otro, pero no lo
aceptará ni respetará; y sin aceptación y respeto por el otro como un legítimo
otro en la convivencia, no hay fenómeno
social”. (Maturana, 2001:19)
A los condenados y las condenadas
a ser “malos o torpes”, a los maleducados (como los llamó Arnaldo Esté), no les
tocará más que sobrevivir hasta que puedan. Los remoquetes que
inconscientemente (y a veces sin decirlos, solo haciéndolos sentir) impone la
escuela, se encuentran con la descalificación a la que empuja una sociedad que
históricamente ha estado signada por la discriminación, acompañada por la
prédica implícita de la sociedad de la sobrevivencia o consumo, del tener y no
del ser, que dibujan a diario los medios de comunicación. Y estos remoquetes se
convierten fácilmente en empujones y puños. Los hechos de violencia extraescolar
más reportados por las y los adolescentes en un estudio realizado en la
República Bolivariana de Venezuela por UNICEF y el MPPE en 2010, son
precisamente las burlas, exclusiones y las peleas entre estudiantes y con
estudiantes de otros liceos.
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Las y los estudiantes de primer
año son de los más sensibles a las posibilidades de exclusión. En ellos y ellas
se combinan los retos y traumas de la pubertad con el cambio de la escuela de
una sola maestra o de un solo maestro al liceo con varios profesores y
profesoras (hasta el cambio de denominación de maestro a profesor les afecta) y
materias, de ser los más grandes de la escuela a convertirse en los más
pequeños del liceo. Esto él y el convierte en fáciles blancos y por tanto
requerimos de un esfuerzo por integrarlos e integrarlas y para que los y las
grandes se conviertan más bien en protectores de los más pequeños y las más
pequeñas, este es uno de los sentidos de la recién estrenada figura del
preparador y la preparadora estudiantil. Reservamos el primer mes del primer
año a la atención a los nuevos y las nuevas estudiantes, a repasar
conocimientos de primaria, a conversar y conocer sus expectativas, levantar la
ficha familiar y conocer también a sus familias, a que conozcan a sus
profesores y profesoras, a que conformen grupos de estudio, a familiarizarse
con las características del liceo, es decir, a darles la bienvenida.
La repitencia es uno de los
caminos de la exclusión. No podemos esperar a que “los promedios no den”. Desde
el principio del año hay que brindar apoyo especial a quienes pudieran reprobar
asignaturas, atenderlos, comprometerlos, estimularlos. La Batalla contra la
Repitencia y la Deserción debe ser asunto de todo el año y preocupación de
todas y todos.
2. Educar en, por y para la
ciudadanía participativa y protagónica
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Conforme a su Exposición de
Motivos, nuestra Constitución establece “… la consagración amplia del derecho a
la participación en los asuntos públicos de todos los ciudadanos y ciudadanas,
(…). Este derecho no queda circunscrito al derecho al sufragio, ya que es
entendido en un sentido amplio, abarcando la participación en el proceso de
formación, ejecución y control de la gestión pública (…). Concebir la gestión
pública como un proceso en el cual se establece una comunicación fluida entre
gobernantes y pueblo, implica modificar la orientación de las relaciones entre
el Estado y la sociedad, para devolverle a esta última su legítimo
protagonismo. Es precisamente este principio consagrado como derecho, el que
orienta el Capítulo referido a los derechos políticos”.
La democracia participativa y
protagónica es el corazón del nuevo ordenamiento político venezolano, que no
solamente plantea la participación como derecho sino también como deber. La
conocida sentencia de Simón Rodríguez: Formar republicanos para tener
República, se puede traducir hoy en formar una ciudadanía participativa y
protagónica para tener una auténtica democracia en la que el pueblo sea el
soberano.
La participación, que es un
componente indispensable de la ciudadanía efectiva, se confronta con las
prácticas instituidas durante años que reducen la democracia
Al sufragio y dejan a los
gobernantes electos y electas la conducción de la sociedad, desprendiéndose de
sus electores y electoras y respondiendo a los intereses de las minorías que
detentan el poder económico. La construcción de ciudadanía tiene que ser asunto
de todos los días y la educación juega un papel crucial en este proceso de
tránsito de la cultura de la representatividad hacia la del protagonismo
verdadero.
La participación no está libre de
conflictos pues está precisamente dirigida a hacer valer las voces de todas y
todos y, por tanto, a la confrontación de opiniones y de intereses. No es
ejercida si no se expresan los puntos de vista distintos y estos son
escuchados. Requiere aceptar y valorar la diferencia. Implica la confrontación
de opiniones, formas de ver la vida y entender los problemas.
No todos o todas han tenido los
mismos derechos a participar históricamente. Las voces de los poderosos han
tenido tradicionalmente mucho más peso en las
decisiones públicas que las voces de los pobres, de los trabajadores y
trabajadoras, de las y los campesinos, de los pueblos y comunidades indígenas,
de los que precisamente por ser oprimidos y oprimidas, han visto reducida su
participación y precisamente por no haber tenido participación y poder, han
sido relegados política, social, económica y culturalmente.
Pero tener una voz que sea
escuchada y efectivamente incida en las decisiones públicas es de lo que se
trata la ciudadanía participativa y protagónica. De que las decisiones no estén
concentradas en unos pocos que, acostumbrados a imponer sus decisiones, han
diseñado y conocen las formas de incidir sobre la vida de los y las demás.
El proceso de que el pueblo gane
su propia voz ha sido difícil y conflictivo en la República Bolivariana de
Venezuela, pero ha avanzado significativamente. La organización es
indispensable para la participación colectiva, tanto como la creación de
mecanismos y condiciones para que esta voz se exprese y pueda generar
proyectos, realizarlos y ejercer contraloría social. Cuando los y las que han
permanecido relegados de las decisiones irrumpen con voz propia, reivindican
también sus formas de expresión, sus visiones de la vida, sus tradiciones, sus
formas de pensar. Y todos estos elementos se reconstruyen cuando los relegados
y relegadas empiezan a dejar de serlo.
Como todos los demás referentes
éticos y procesos indispensables, la educación en, por y para la ciudadanía
participativa y protagónica debe expresarse en todos los ámbitos de la vida del
liceo o escuela técnica: En la toma de decisiones consensuadas y consultadas,
en la definición del proyecto educativo integral comunitario, en las aulas, en
la preparación de actividades comunes, en la organización de los diferentes
grupos que integran la comunidad educativa, en la formulación, ejecución y
evaluación de proyectos.
Las formas de participación en
las escuelas técnicas y liceos deben multiplicarse pues todos no están
dispuestos o no les es posible participar de la misma manera. Unos o unas
preferirán integrarse a actividades deportivas, artísticas, ambientales o
comunitarias, otros u otras preferirán integrarse a las comisiones del Consejo
Educativo, al mantenimiento de las edificaciones o a la realización de
actividades especiales como visitas a un museo, excursiones o celebraciones.
Por ejemplo, los grupos estables pueden integrar a las y los estudiantes, a sus
familiares, personal administrativo, obrero, docentes y otros integrantes de la
comunidad.
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Es de primordial importancia
constituir los Consejos Estudiantiles y que estos sean vistos en su tremendo
valor de escenarios para aprender a participar participando. El aula tiene que
ser un espacio privilegiado de participación.
Que las instituciones educativas
sean espacios de formación de una ciudadanía participativa y protagónica, exige
el desarrollo de una cultura de la participación, que a su vez implica una
identificación ética con la necesidad de que existan decisiones compartidas, la
práctica del diálogo permanente, la valoración de la diversidad humana y de la
pluralidad de perspectivas, la receptividad y la aceptación de los y las demás,
la multiplicación de los espacios y formas de participación, la naturalidad de
los conflictos y el cultivo de formas apropiadas de procesarlos y resolverlos.
Rosa María Torres, analizando
distintas experiencias en América Latina constata que “…tradicionalmente la
noción y la práctica de la participación en educación han sido muy limitadas,
persistiendo una fuerte delimitación de ámbitos, relaciones y roles” (Torres,
s/f) y además que “… la participación ciudadana entendida como toma de
decisiones o control es más bien excepcional (…). La noción más extendida de
participación es la que la asocia a acceso, asistencia o uso del servicio
educativo (…). Priman las comprensiones instrumentales (participar como
ejecutar o gestionar un plan o una acción definidos por terceros) y
contributivas (participar como dar: dinero, trabajo, tiempo, respuestas
correctas, etc.) del término. A nivel de la institución escolar, predomina la
participación nominal…” (Ídem).
Nos toca entonces repensar para
transformar estas situaciones, entendiendo que se trata de un proceso con idas
y venidas. Torres también nos plantea un conjunto de condiciones necesarias
para una participación efectiva y auténtica: empatía y credibilidad básicas
(quienes participan requieren confiar en la honestidad de quien convoca a la
participación, comprender y valorar el sentido y el impacto de su
participación, y ver los resultados); información (para participar se requiere
información básica de aquello que es tema u objeto de la participación, así
como de los mecanismos y reglas del juego de dicha participación); comunicación
(la participación requiere diálogo, capacidad de todos y todas para escuchar y
aprender); condiciones, reglas y mecanismos claros (no bastan las buenas
intenciones, es indispensable asegurar las condiciones materiales,
institucionales, de tiempo y espacio para facilitar la participación);
asociatividad (la participación debe tener en cuenta y potenciar, antes que negar,
la experiencia asociativa de las personas y los grupos involucrados).
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Sobre la participación en el aula
venezolana, Aurora Lacueva escribía hace ya algún tiempo:
“La vida en el aula de hoy
prepara mucho más para la dictadura que para la democracia. No es sólo en los
momentos de regaños o sanciones que vemos el carácter dictatorial de nuestra
escuela. Es el mundo todo de la actividad escolar el que enseña a ser pasivo, a
obedecer sin más, a estar aislado esperando órdenes. Se trata de un mundo donde
todo está ya dispuesto para el alumno: sus movimientos, la distribución de su
tiempo, sus lecturas, sus escritos. Todo está señalado y cada alumno no tiene
sino que seguir aquello rígidamente establecido. No tendrá oportunidad en sus
años escolares de aprender a organizarse junto a otros, de aprender a
planificar, a tomar decisiones, a asignarse actividades en el tiempo, a escoger
labores, a plantear intereses…” (Lacueva, 1985)conductismo2
Abrir el aula a la participación
es una tarea ardua, aunque contemos con montones de experiencias valiosas de
participación en el aula y de aulas y escuelas participativas. La educación en, por y para la ciudadanía
participativa y protagónica exige que todos y todas conversemos acerca de ella
y vayamos llenándola de significado y de práctica real, ser receptivos a la
pregunta impertinente, preferir combinar el trabajo en grupos y la reflexión
individual más que el discurso del o la docente, generar e invitar al debate y
la curiosidad, diseñar para que las y los estudiantes propongan y dirijan
actividades y proyectos, aceptar que la educación no consiste en presentar y
aprenderse respuestas únicas, hacer que el aula crezca y se desborde en la
actividad comunitaria y en contacto con otros paisajes y personajes más allá de
la escuela.
3. Educar en, por y para el amor
a la Patria, la soberanía y la autodeterminación
Nuestra Constitución cuando abre
un capítulo sobre los deberes es muy concisa, establece sólo 6 artículos y el
primero de ellos, el artículo 130, señala que: “Los venezolanos y venezolanas
tienen el deber de honrar y defender la patria, sus símbolos y valores
culturales; resguardar y proteger la soberanía, la nacionalidad, la integridad
territorial, la autodeterminación y los intereses de la nación”.
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La soberanía y la
autodeterminación son principios que fundamentan la relación entre los estados,
conforme a la declaración fundacional de las Naciones Unidas. Estos principios,
su historia y significado, así como la historia que hemos recorrido y
construido como pueblo para hacernos independientes, tienen que ser tema de
estudio indispensable, como lo señalaremos en la sección correspondiente. Pero
cuando hablamos de la Patria y del amor a la Patria como referente ético y como
práctica cotidiana en nuestras escuelas nos referimos a un asunto más amplio,
que se sustenta en el conocimiento pero no se restringe a él.
La Patria para nosotros es la
reivindicación de nosotros mismos y de nosotras mismas, en nuestro paisaje y
con nuestra historia y nuestra diversidad como pueblo. La Patria existe en el
orgullo de ser venezolanas y venezolanos, en la fuerza ética que nos permite
pararnos sobre nuestros propios pies, para abrirnos a la convivencia y la
solidaridad con otros pueblos y enfrentar a quienes han pretendido, pretenden o
pretendan sojuzgarnos o dominarnos. Es este sentimiento de Patria el que se ha
forjado en la lucha contra los conquistadores que intentaron borrarnos en nuestra
existencia como pueblo, con nuestra relación con esta tierra, con nuestras
emociones, espiritualidad, formas de expresión, referencias y recuerdos.
Es esta emoción patriótica la que
encontramos en cada despertar de nuestro pueblo, contra el adormecimiento de la
conciencia, la desmemoria y el cinismo egoísta al que han intentado condenarnos
las minorías poderosas y desnacionalizadas, esas que han intentado subsumirnos
en la imitación y la desvalorización de lo nuestro. La patria es la conciencia
y la memoria e igualmente la que hay que reinventar todos los días para no
errar en el camino de ser libres. Tiene sus símbolos vivos y cercanos a todo el
pueblo que los posee, no es un panteón de ídolos lejanos, de estatuas de
piedra, sino de memoria viva que honra a todos y todas aquellos que lo han dado
todo por ella.
Tomando dos fragmentos de una
canción de Allí Primera, la patria es el hombre (es nuestra humanidad) y la
patria es una mujer… Porque nuestra patria es mujer, es la República
Bolivariana de Venezuela, con toda su ternura y capacidad de amar, con toda la
firmeza para defender en lo que cree, como la mujer venezolana, como también
los hombres.
LA PATRIA ES EL HOMBRE
Vídeo donde está la expresión “la
Patria es una mujer”
El discurso de la globalización
neoliberal pretende ridiculizar el sentido nacionalista, el sentido de Patria.
Nuestra educación ha de cultivar el sentimiento patrio en toda su nobleza y su
dignidad.
Nuestro patriotismo no es
xenófobo, no discrimina al extranjero o a lo extranjero, se siente parte del
mundo y en solidaridad con todo el género humano. Nuestro patriotismo está muy
lejos del chauvinismo, esa no es la historia nuestra, la de los hijos e hijas
de Bolívar para quien la Patria es América, quien se identificó siempre con lo
grande, lo hermoso, lo bueno.
Redondeamos estas ideas con un
fragmento de la presentación de ese hermoso libro que es Si no fuera por los
soñadores. Antología mínima de poesía latinoamericana, editada por El Perro y
La Rana:
“Las palabras del Comandante
Chávez “Hoy Tenemos Patria”, nos dicen y nos seguirán diciendo que hemos
vencido la imposición del destierro y la alienación. Patria o Materia para
nosotros significa refundación, reconocimiento y pertenencia. Hace 15 años las
generaciones más jóvenes estaban hambrientas, perseguidas o idiotizadas. Hoy
las juventudes venezolanas se pronuncian y se mueven en diversidades activas,
manifiestas, con rostro propio. Hoy deseamos y podemos vivir luchando por
mejorar y profundizar nuestro anclaje a esta tierra venezolana. Hoy la política
no es tabú o territorio tecnócrata. Hoy la participación es ley y movimiento continuo.
Para defender lo avanzado en
estos años de Revolución Bolivariana es impostergable que sigamos fortaleciendo
nuestra consciencia y nuestro espíritu en rebeldía…”
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En todas las instituciones
educativas, el amor a la Patria tiene que ser cosa de todos los días.
Manifestarse en el lugar y el tiempo destacados para rendir honor a los
símbolos patrios, en el conocimiento y el afecto por lo venezolano y por las
venezolanas y los venezolanos (no olvidemos que un estudiante de un liceo puede
graduarse y no saber quién era ese que le dio su nombre al plantel o la
subvaloración de los bustos, imágenes o recordatorios que existen en los
centros educativos y a veces, lejos de ser honrados se convierten en depósitos
de basura).
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Pero también en el estudio
permanente de lo que nos enaltece y también de lo que nos deshonra, del
conocimiento próximo de los lugares que nos hacen sentir orgullosos, de la
cercanía con los hechos y los personajes que han demostrado con sus vidas lo
que quiere decir pasión patria. No es definitivamente una cuestión sólo de las
clases de historia, es forjar la ciudadanía de los que hoy están tomando en sus
manos y moldeando el destino de Venezuela.
Cabe recordar aquí, las palabras
de Paolo Freire: Enseñar exige la corporación de las palabras en el ejemplo,
pues: “El profesor que realmente enseña (…) niega, por falsa, la fórmula
farisaica, del “haga lo que mando y no lo que hago”. Quien piensa acertadamente
está cansado de saber que las palabras a las que les falta la corporeidad del
ejemplo poco o casi nada valen” (Freire, 2010).
Parte fundamental del tema ético
de la soberanía es reivindicarnos a nosotros mismos y a nosotras mismas y
fomentar el arraigo.
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Los conquistadores europeos
llegaron a estas tierras expulsando a sus habitantes de sus espacios de vida,
exterminándolos o condenándolos a vivir, a creer y a pensar como el
colonizador, intentando que se olvidaran de sí mismos. Los herederos inmediatos
de la conquista continuaron con el despojo y sustrajeron de su tierra a decenas
de miles de africanas y africanos para reducirlos a la condición de esclavos.
La república secuestrada por la
oligarquía siguió tomando la tierra como posesión y empujando a sus gentes al
desarraigo.
No ha sido fácil la relación del
pueblo venezolano con su tierra, expropiada de múltiples maneras. Es una
historia de menosprecio, maltratos y negaciones, de desprecio de la población
mayoritaria por los grupos dominantes, que han parecido estar aquí de paso,
apenas buscando como apropiarse de lo que se pueda, “soportando el país”, con
la imaginación y las expectativas de vivir en otras tierras más “civilizadas”.
“Esta historia nos ha dejado el descreimiento de nosotros mismos con una
menguada dignidad que disminuye la poca importancia que nos damos y que le
damos al ámbito donde vivimos” (Esté, 2000).
Una historia que, pese a los
focos de resistencia y rebelión, ha dejado huellas profundas en la forma en que
nos vemos y nos entendemos a nosotros mismos. La huella del colonizador está
presente en la subvaloración que hacemos de nuestras capacidades, nuestras
formas de expresión y convivencia.
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Reencontrarnos con nosotros
mismos, con nuestros acervos, nuestra formidable diversidad humana y nuestra
tierra, es parte fundamental de la reconstrucción de nuestra subjetividad como
pueblo capaz de asumir nuestro propio destino, en diálogo con el mundo.
Esta tarea tiene que formar parte
de la cotidianidad del liceo y de la escuela técnica. Pasa, en primer lugar,
por la valoración de los protagonistas de la acción educativa, tanto de las y
los docentes como de las y los estudiantes y sus familias, de re-conocer y
revalorar sus circunstancias, sus cuentos, sus formas de hablar, las
comunidades donde viven. De centrar nuestra atención en lo cercano, conocer
nuestras plantas y nuestros animales, valorar nuestros problemas.
Y el arraigo se desarrolla en la
acción. No son sólo cuentos o visitas, es participación efectiva en la vida de
la comunidad.
4. Educar en, por y para el amor,
el respeto y la afirmación de la condición humana
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En el mundo existen muchas formas
de injusticias que derivan en exclusiones, sufrimientos, agresiones,
violencias, guerras y caos. La explotación de un ser humano por otro ser
humano, la división social del trabajo con sus jerarquías implícitas, la
explotación y violencia hacia la mujer, la explotación y violencia hacia los
niños y las niñas, mancillar la dignidad de pueblos, religiones, sexos
diversos, maltratos físico y verbales hacia él o la diferente, la
descalificación, estigmatización y ridiculización de seres humanos fundamentado
en estereotipos impuestos por el modelo social mercantilista y publicitario, de
bonitos, feos, exitosos, fracasados, populares, no populares, entre tantos
estereotipos creados, en una sociedad así, se genera un “sálvese quien pueda”
que difícilmente permita el respeto, el amor, la paz y la convivencia. Las
instituciones educativas no escapan a esta realidad de intolerancia social,
individualismo y competencia, reforzada por los medios de comunicación masivos
a nivel mundial, no siendo fortuito el aumento de la agresión y la violencia
entre estudiantes e inclusive entre los adultos y las adultas.
Las instituciones educativas son
espacios de referencia para la afirmación de la condición humana. Todos los
educadores y todas las educadoras se encuentran día a día con personas en
proceso de desarrollo y por ende, de formación. Amar, aprender, crear,
descubrir, respetar, socializar, disfrutar, leer, escribir, estudiar, producir,
entre otras, son capacidades humanas. Nuestros y nuestras estudiantes son seres
humanos por lo que tienen el potencial creador del ser humano. Ningún docente
debe dudar de esta condición y debe ser garante de crear las condiciones y
propiciar en el día a día, que estas capacidades se descubran y se potencien.
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Por último, queremos resaltar que
el amor y el respeto es posible en el proceso de reconocimiento de sí mismo y
de sí misma y en la convivencia con los y las demás. Humberto Maturana
reflexiona al referirse a lo que queremos de la educación:
“Nos interesa la educación de
nuestros niños porque en definitiva queremos que sean felices. La felicidad
está en la armonía del vivir con un sentido en el respeto por sí mismo y por el
otro. Se trata de crear espacio para la felicidad, para la realización mutua,
en el respeto y la colaboración. Esa deberá ser la tarea más importante de la
educación: crear convivencia en la confianza, vivir los valores, y hablar de
ellos cuando sea estrictamente necesario. ¿Qué pasa con los valores?
Los valores no hay que
enseñarlos, hay que vivirlos. Idealmente, no deberíamos hablar de valores, sino
simplemente vivirlos y testimoniarlos. De los valores se habla cuando no se
viven, cuando están ausentes, cuando se experimenta su violación. En el acto de
respeto al otro, al niño, al joven de nuestras escuelas, se descubre que lo
único que tienen es su propia historia, una historia que es preciso respetar y
promover”.
Para lograr alcanzar una sociedad
justa y amante de la paz, tenemos el reto de construir y formar una ciudadanía
para la convivencia desde el hogar, desde la familia, desde la comunidad y
desde la escuela a partir de un modelo educativo en, por y para la defensa y el
desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, educar en, por y para el
amor, el respeto y la afirmación de la condición humana de todos y todas.
5. Educar en, por y para la
interculturalidad y la valoración de la diversidad
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Valorar la diversidad inicia
necesariamente por que cada estudiante valore su propia existencia, como ser
humano, como ser único y a la vez como parte de una familia, de una comunidad y
de una cultura. La identidad y la interculturalidad, es decir, reconocerse
tanto individual como colectivamente, da el arraigo y la dignidad que cada
persona y cada pueblo requiere para relacionarse de manera intercultural y
respetuosa con los otros y con las otras.
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Es un referente ético que la
escuela debe promover en su día a día, todos y todas debemos formar parte de un
proceso de conocimiento, reconocimiento y respeto por todo lo diverso:
diversidad de género, de edades, cultural, religiosa, funcional, sexual, diversidad
de fisonomías, de pensamientos, inclinaciones, talentos, sentimientos.
La verdadera convivencia parte
del reconocimiento de la diversidad. Las escuelas deben convertirse en
referentes permanentes del respeto y práctica de esta convivencia. La armonía y
paz social, la justicia en toma de decisiones y acciones, la mayoría de las
veces está relacionada a este principio fundamental del respeto a la
diversidad.
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La pedagogía del amor y del
ejemplo que debe prevalecer en las prácticas cotidianas en nuestros liceos y
escuelas técnicas, debe propiciar y promover el ejercicio de una convivencia en
la diversidad. Por otro lado, la interculturalidad como principio en el sistema
educativo, no es exclusiva para el reconocimiento de nuestros pueblos indígenas
y afro venezolanos. Por lo general, se relaciona este principio a los mismos.
Cuando la CRBV, establece el reconocimiento de que somos una sociedad
multiétnica y pluricultural, el principio de la interculturalidad aplica en la
práctica educativa en todos los planteles de todos los niveles y modalidades y
en todos los contextos del país. La República Bolivariana de Venezuela está
formada por culturas del mestizaje múltiple (andinos, orientales, centrales,
costeños, entre otros), de la afro venezolanidad, de los pueblos indígenas,
culturas urbanas, culturas del campo, personas provenientes de todas partes del
mundo y sus hijos e hijas (Italia, Portugal, Siria, China, Grecia, Líbano,
Cuba, Colombia, Perú, entre otros). Seres humanos con acervo diverso y con
inmensos aportes culturales que constituyen hoy nuestra venezolanidad. La
interculturalidad como principio de relación humana pasa por reconocerse de
igual a igual, sin culturas “superiores” o culturas “inferiores”. Intercambiar
saberes, conocimientos, tecnologías, formas organizativas, sin imposiciones ni
dominación. ASÍ DEBE SER LA ESCUELA. Todos los liceos y escuelas técnicas deben
ser espacios de interculturalidad y valoración de la diversidad, en los cuales
los y las estudiantes encuentren inclusión, justicia, respeto y reconocimiento
como ser humano pleno y perteneciente a una familia, a una comunidad y a una
cultura, y a su vez, se les inculque este respeto y reconocimiento de los otros
y de las otras desde la práctica de la convivencia en diversidad.
6. Educar en, por y para el
trabajo productivo y la transformación social
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Las palabras del maestro Luis
Beltrán Prieto, escritas en 1952, sirven para introducir el tema:
“… la escuela debe encargarse de
hacer esa iniciación en el trabajo socialmente útil, que ha de realizar el niño
para su completo aprendizaje. Poner en relación al niño con la industria, o
mejor incorporar a la escuela las nuevas formas sociales de trabajo es una
necesidad de la nueva educación. No ha de pretender la escuela obreros
capacitados para entregarlos a la explotación, sino educar al hombre para que
pueda valerse en las diferentes situaciones que le plantea la vida. No puede
ser función de la escuela, como la pretendía Kerchensteiner, hacer buenos
artesanos y circunscribir el aprendizaje de las artes a las clases proletarias,
ya que lo que se quiere es convertir el trabajo en un método de educación, por
medio del cual los alumnos, cualquiera que sea su condición social, puedan
participar en el proceso social de la producción para interpretarlo como
fenómeno y para sentirlo como necesidad. (…) El trabajo así considerado tiene
un sentido de totalidad. Ya no es el trabajo manual aislado, de proyecciones
limitadas, sino un trabajo de amplia colaboración en el cual se suprime la
competencia entre alumnos y en el que predominan el deseo de perfeccionamiento
espiritual y de ayuda a los demás. La escuela, (…) está perdiendo su carácter
individualista de competencia entre los que más saben y los que saben menos,
entre los de fácil memorización y los tardos en memorizar una lección, para
convertirse en una comunidad donde el trabajo unifica y solidariza, porque el
esfuerzo en común crea lazos de compañerismo, que luego se prolongarán en la
vida, para convertir a nuestro mundo estrecho de egoísmos en un mundo mejor,
más humanizado, si no más humano. Organizada así la escuela sobre una base
social, no podrá ser considerada como una grave falta el que unos niños ayuden
a los otros, ni se auspiciará la cooperación clandestina y un tanto artificial.
“cuando se trata de una labor verdaderamente activa, afirma Dewey, ayudar a los
demás en vez de ser una forma de caridad que humilla al que la recibe es
simplemente un auxilio que libera energías y fomenta los impulsos del
auxiliado”.
El trabajo activo del alumno no
puede ser ya una disciplina más dentro del programa escolar, sino el principio
que norma toda la vida de la escuela. En vez de insertarse en el programa, el
trabajo regula la labor docente, dando nacimiento al método de aprendizaje que
es un método orgánico, totalizador de energía y de amplio sentido social”. (Prieto,
2005:96-97)
7. Educar en, por y para la
preservación de la vida en el planeta
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El quinto objetivo histórico del
Plan de la Patria es preservar la vida en el planeta y salvar la especie
humana. Esto se traduce en la necesidad de construir un modelo económico,
social y formas de vida, basadas en una relación armónica entre el ser humano y
la naturaleza, respetando sus procesos y ciclos.
La destrucción del planeta a
manos de la voracidad de un sistema de producción y consumo que privilegia las
ganancias y la mercantilización y que ha derivado en el cambio climático, la
contaminación de las fuentes de agua, la depredación de los recursos, entre otros
fenómenos contemporáneos, dan cuenta de una situación global que pone en
peligro la continuidad de la vida en el planeta y particularmente la
continuidad de la especie humana. La preservación de la vida y de la especie
exige una nueva visión de desarrollo que cuestione esos modelos de producción y
consumo, que considere la superación de las desigualdades, que plantee cambios
económicos, sociales y culturales, en caso contrario se trataría de “una
ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una
alegre irresponsabilidad” (Papa Francisco, 2015).
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Esta necesidad de una visión
integral para preservar la vida es ampliamente aceptada. La UNESCO, al definir
Desarrollo Sostenible señala que se trata de “… una visión del desarrollo que
abarca el respeto por todas las formas de vida — humana y no humana — (…), al
mismo tiempo que integra preocupaciones como la reducción de la pobreza, la igualdad
de género, los derechos humanos, la educación para todos, la salud, la
seguridad humana y el diálogo intercultural”(UNESCO, s/f). E igualmente apunta
que el Decenio de las Naciones Unidas de Educación para el Desarrollo
Sostenible (2005-2014) “… tiene por objeto integrar los principios, valores y
prácticas del Desarrollo Sostenible en todos los aspectos de la educación y el
aprendizaje, con miras a abordar los problemas sociales, económicos, culturales
y ambientales a que nos enfrentamos en el siglo XXI” (UNESCO, ibid).
Otro documento convergente, que
citamos aquí por la utilidad que puede tener para la discusión y comprensión de
una nueva óptica para la preservación de la vida en el planeta, es la encíclica
Laudato si: Sobre el cuidado de la casa común, escrita por el Papa Francisco y
publicada por El Vaticano el 18 de junio de 2015. El Papa Francisco destaca en
este documento la importancia de observar la crisis económica, social y
ambiental, no como problemas separados, sino como uno solo, con dimensiones
ambientales, económicas, políticas y sociales. Se reproducen aquí algunas
frases clave:
“Si alguien observara desde
afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que
a veces parece suicida”.
“No hay dos crisis separadas, una
ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”.
“… la degradación ambiental y la
degradación humana y ética están íntimamente unidas”.
“Los medios actuales permiten que
nos comuniquemos y que compartamos conocimientos y afectos. Sin embargo, a
veces también nos impiden tomar contacto
directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con
la complejidad de su experiencia personal”.
“La verdadera sabiduría, producto
de la reflexión, del diálogo y del encuentro
generoso entre las personas, no
se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando”.
“La humanidad está llamada a
tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de
producción y de consumo…”
“Hemos crecido pensando que
éramos propietarios y dominadores de la tierra, autorizados a expoliarla”.
“… el ser humano se las arregla
para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos,
luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando
como si nada ocurriera.
“Hay demasiados intereses
particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el
bien común…”
“Nunca hemos maltratado y
lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”.
“… el modelo distributivo actual,
donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que
sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener
los residuos de semejante consumo.”
“Necesitamos fortalecer la
conciencia de que somos una sola familia humana”.
“…el sistema industrial, al final
del ciclo de producción y de consumo, no ha desarrollado la capacidad de
absorber y reutilizar residuos y desechos (…) La tierra, nuestra casa, parece
convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.
“El desafío urgente de proteger
nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en
la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral…”
“Muchos de aquellos que tienen
más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en
enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas”.
“Este mundo tiene una grave deuda
social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es
negarles el derecho a la vida…” “Mientras se deteriora constantemente la
calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a
privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las
leyes del mercado”.
“…la salud de las instituciones
de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida
humana: Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños
ambientales”. “… no suele haber conciencia clara de los problemas que afectan
particularmente a los excluidos”.
“Porque todas las criaturas están
conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los
seres nos necesitamos unos a otros”.
“Cada año desaparecen miles de
especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya
no podrán ver, perdidas para siempre”.
“El cambio climático es un
problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas,
distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales
para la humanidad”.
“Las actitudes que obstruyen los
caminos de solución a la crisis ambiental, van de la negación del problema a la
indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones
técnicas”. “… muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis
ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino
también por la falta de interés de los demás”.
8. Educar en, por y para la
libertad y una visión crítica del mundo
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Vivir en libertad ha sido y es la
mayor lucha de los seres humanos a través de la Historia de los pueblos. Mientras
existan pueblos que se consideran superiores a otros, para esclavizarlos,
subyugarlos, explotarlos y oprimirlos; será menester formar en, por y para la
libertad, tanto individual como colectiva. La República Bolivariana de
Venezuela es soberana y libre, gracias a las luchas emancipadoras de nuestros
antepasados, quienes sacrificaron sus vidas por la libertad de los pueblos
oprimidos. Por eso es indispensable educar en libertad, por la libertad y para
la libertad. Los espacios escolares deben ser prácticas permanentes de la vida
en libertad, no refiriéndonos al libertinaje entendido como la actitud
irrespetuosa de la ley, la ética, la moral o de quien abusa de su propia
libertad con menoscabo de la de los y las demás. Tal como lo establece el
artículo 20 de la CRBV, “toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento
de su personalidad sin más limitaciones que las que derivan del derecho de las
demás y del orden público y social”. Nos referimos entonces al derecho de toda
persona a vivir en libertad y en sociedad. A vivir en comunidad, con respeto y
convivencia con los y las demás.
En este sentido, la formación con
visión crítica del mundo es igualmente indispensable para la vida en libertad,
la conciencia de los procesos a escala local, regional, nacional e
internacional que permita una visión de conjunto de lo político, social,
económico, cultural y ambiental actuando desde lo local con visión global.
Vivir en libertad es vivir con conciencia, es defender la soberanía y la
autodeterminación de los pueblos, es vivir con conocimiento, conciencia y
convicción de jamás permitir la explotación de seres humanos por otros seres
humanos, es defender el equilibrio ecológico y luchar por la dignidad de los
pueblos. Libertad es dignidad.
Educar en, por y para la libertad
y una visión crítica del mundo es un referente ético y un proceso indispensable
en el aula, en la escuela y en la comunidad, estimulando los por qué Es de las
cosas, más allá de lo memorístico y libresco, superando el conocimiento
impuesto como verdad absoluta, promoviendo la discusión y el debate y
respetando las corrientes del pensamiento pero con sentido crítico y radical
contra pensamientos discriminatorios, de desigualdad y de exclusión, como por
ejemplo el racismo que siendo una corriente del pensamiento atenta contra todo
el derecho de libertad, igualdad e inclusión.
9. Educar en, por y para la
curiosidad y la investigación
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En el artículo 14 de la LOE
(2009), se establece claramente lo que es la Educación en la República
Bolivariana de Venezuela, en el mismo se plantea como eje de la didáctica, la
investigación, la creatividad y la innovación. Tomando en cuenta la diversidad
de intereses y necesidades de los y las estudiantes. Esto se fortalece en la
bandera de la PEDAGOGÍA DEL AMOR, EL EJEMPLO Y LA CURIOSIDAD surgida del
mandato popular. Hoy, se considera como un referente ético y proceso
indispensable que rompe con la educación bancaria y opresora que tanto
cuestionó el maestro Paulo Freire.
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Siendo el último referente ético
y proceso indispensable que se está planteando para la formación integral de
nuestros y nuestras estudiantes, queremos resaltar que recoge un aspecto
fundamental para el logro de los demás: la actitud. Nuestros liceos
bolivarianos deben estar llenos de actitud investigativa, con motivación,
entusiasmo por aprender, indagar, estudiar, curiosear, disfrutar los nuevos
conocimientos. Los educadores y las educadoras deben propiciar y crear
condíciones, estrategias y espacios para la creación y la innovación.
Las escuelas forman parte de las
comunidades (no son algo separado de ellas), por lo que es necesario conocer,
reconocer e indagar los contextos: político, social, económico, geohistórico,
cultural y ambiental donde hace vida la población estudiantil, sus familias y
los trabajadores y las trabajadoras de la institución. Sensibilizarse y
comprometerse con las necesidades de la comunidad, con espíritu comunitario,
con voluntad, compromiso y disposición para la investigación y promoviendo la
curiosidad, superando la educación en la cual se mutila esta (no invente, no
sea inventor, quién te mandó a hacer eso, cuándo no tu, eso no fue lo que pedí
que hicieras, si eres preguntón, haz solo lo que estoy pidiendo, entre otros).
Todos estos referentes éticos y
procesos indispensables son una invitación pedagógica para otro liceo o para
otra escuela técnica. Un liceo que despierte al ser humano en toda su
condición, no solo a estudiantes, sino a toda la comunidad educativa, docentes,
obreros, obreras, secretarias, secretarios, familias, voceros y voceras de
consejos comunales, juntos y juntas aprendiendo, estudiando, organizando,
conviviendo, siendo corresponsables de la construcción de un mundo mejor desde
la práctica educativa.
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